Memórias redactadas el 25.03.1939 por el Hauptmann Karl Ernst Bothe (jefe de la 3. Compañía Acorazada del 'Panzergruppe Drohne' entre Noviembre de 1936 y Diciembre de 1937)
sobre las experiencias vividas en el periódo de instrucción de su compañía en el convento de Santa Juana de la Cruz de Cubas de la Sagra (Madrid) y muy especialmente sobre sus impresiones
sobre los reclutas españoles.
Nota:
- Karl Ernst Bothe asumiría durante la II GM el mando de diferentes unidades acorazadas (en Junio de 1943 el I./Panzerregiment 4, en Mayo de 1944 el Panzerregiment 29) y sobreviviría la contienda como Oberst dentro de la 1. Panzerarmee.
- Aquí puede leerse otro interesante documento redactado por Bothe sobre la recuperación nocturna de un carro de combate en el Frente de Madrid en Febrero de 1937.
Putlos, 25.03.1939
Hauptmann Bothe
Panzertruppenschule
Colaboración entre alemanes y españoles
Informe preliminar sobre la base de instrucción de carros de combate en Cubas, frente a Madrid
A poca distancia de Cubas, frente a Madrid, escondido en un terreno ligeramente ondulado y al pie de un arroyo se encuentra el antiguo convento de Santa Juana, ahora incendiado y destruido. No hace mucho aquí, en devota y aislada soledad, las monjas tenían una vida apacible. Los ensoñadores y bien conservados restos en el umbrío jardín contrastan radicalmente con los restos ennegrecidos por el fuego del muro del antiguo convento y acentúan, como mudos testigos, su implacable destino. Los restos ennegrecidos y parcialmente derrumbados de la cúpula de la capilla sobresalen entre los campos ondulados mirando a la cercana carretera que conduce desde Toledo a Madrid como si quisieran transmitir al mundo entero lo aquí sucedido.
Con el início de la guerra civíl española el odio contra la iglésia, promovido desde hace tiempo desde Moscú, dió tambien aquí sus frutos. Saqueos e inutiles destrozos, incluso contra la misma capilla, han dejado aquí sus claras huellas. Los relatos de la población sobre el brutal desalojo e incluso violación y asesinato de las devotas monjas, en base a nuestras própias experiencias, pueden juzgarse como de realmente verídicos.
Pero este destruido convento, con su jardín rodeado por un alto muro, todavía tenía una importante misión que cumplir. Bajo olivos, higueros y eucaliptos, bien camuflados frente a la vista de los aviones se encontraban escondidos un importante número de carros de combate. Las cercanías al convento, con su terreno ondulado y variables pendientes, campos, jardines, trincheras, refúgios y obstáculos de alambre de espino de anteriores combates así como las estrechas calles del cercano y parcialmente abandonado pueblo Casarrubuelos, ofrecen una polifacética y excelente opción para llevar a cabo la instrucción de carros de combate.
La ubicación de esta base de instrucción era tambien especialmente ventajosa pues se encuentra rodeada por colinas de aproximadamente la misma altura y que impiden a aviones de reconocimiento y otras unidades aéreas enemigas reconocerla a grandes distancias. Debido a la escasez de cañones antiaéreos en los alrededores tuvimos que asumir nosotros la protección antiaérea así como el servício de alarma, dándolo todo para mediante la correspondiente organización mantener secreta nuestra posición durante el mayor tiempo posible, algo nada sencillo debido al gran tránsito diário de aviones rojos así como a la necesidad de asegurar una constante y completa instrucción.
A pesar de todos los intentos de los rojos por localizarnos lográmos hasta el último día mantener secreta la posición de nuestros almacenes y campo de instrucción. Los frecuentes bombardeos de la estación de ferrocarríl de la cercana localidad de Griñón, de los cercanos olivares al oeste de Cubas así como de la cercana carretera principal supusieron para nosotros siempre una llamada a la prudencia.
Con el objetivo de permitir el paso de un carro de combate se realizó en la zona norte una apertura en el muro que rodeaba el jardín del convento. En la parte interior de esta entrada, camuflada bajo olivos e higueros, la Guardia Civíl había instalado una tienda de campaña de color marrón calentada provisionalmente por un horno de carbón. La Guardia Civíl ha sido un fiel y fiable apoyo en la importante misión de proteger nuestros valiosos carros de combate.
Estos guardias, con sus históricos y multicolores uniformes, contrastan peculiarmente con el moderno material de guerra. Al ver a estos guardias, formados generalmente por españoles que ya habían servido anteriormente en la Guardia Civíl, y si no fuera por el ruido del frente, uno no tenía la impresión de encontrarse en medio de una guerra y menos aún a unos pocos kilómetros del frente de Madrid. Dos de estos hombres habían tomado parte en la heróica defensa del Alcazar de Toledo.
La mañana del 08.12.1937, en el jardín del convento de Santa Juana, los especialistas alemanes del Arma Acorazada, todos ellos voluntarios, entraron por primera vez en contacto con los españoles.
Los instructores alemanes vestían todavía ropa civíl, algunos sus decorados uniformes marrones, cuero marrón y boinas negras con el símbolo de la calavera a la que posteriormente se añadió la esvástica.
El aspecto de los españoles constrastaba enormemente con el nuestro. Procedían de diferentes unidades nacionales así como de diferentes lugares del país. Debido a las grandes diferencias existentes en sus uniformes, adornados frecuentemente con fantasiosos componentes, al principio unicamente pudimos considerarlos como un caótico grupo multicolor. Aún y así dominaban entre ellos las combinaciones en el color azul de la Falange y las insignias en las guerreras y gorras en forma de cinco flechas rojas, el símbolo de la Falange.
A pesar de disponer de una cierta disciplina, en nuestra opinión, mimados por el orden y la precisón alemana, la imágen de los españoles podía ser calificada de todo menos de castrense. Todos los españoles se habían alistado voluntarios al arma acorazada y, como pronto podríamos comprobar, todos ellos disponían de una firme voluntad por combatir y una fé ciega en la victoria. Todos tuvimos que llegar rapidamente al convencimiento de que la primera impresión no siempre es determinante y menos aún la correcta.
Todo alemán, ya sea como soldado, instructor ó ayudante, que entra en contacto con los españoles tiene que desprenderse y revaluar todo lo que en base a la doctrina alemana considera como militarmente correcto y exitoso. Las características especiales de los españoles, con el objetivo de cumplir con nuestra misión, nos exigió el adaptarnos a sus peculiaridades. Si este proceso de adaptación no se hubiera producido todos los esfuerzos por influenciar a los españoles, incluso aquellos realizados con la mejor intención, hubieran sido inutiles. Todo aquel que no comprenda esto no habrá entendido las peculiaridades de los españoles. Debido a la sobreactuación y en ocasiones a la pasividad de los sureños frecuentemente se crean falsos conceptos sobre él como persona, pero tambien como soldado. Este fué al principio el motivo que nos llevó a nosotros a evaluarlos de una forma diferente.
Estas reflexiones serán ampliadas en un posterior y detallado informe pues este es un campo especialmente interesante, un campo que, en relación a una posible posterior colaboración con los españoles, podría ser extremadamente valiosa si se pretende que esta colaboración sea harmónica y exitosa.
Una cosa puede ya revelarse de manera indicativa: el español, si es comprendido y tratado correctamente en base a sus características raciales, es un afectuoso, modesto, duro y valiente soldado que, bajo el mando de la nueva España, es capaz de realizar grandes y valiosas gestas. En relación a una armada formada por estos soldados puede ya afirmarse que la nueva España falangista, al lado de la Alemania nacionalsocialista y la Italia fascista, será en el futuro un factor que no puede ser subestimado.
Este espíritu de la nueva España, al principio especialmente acentuado entre los falangistas, era predominante entre casi todos los voluntarios que se concentraron en el convento de Santa Juana. En esta terrible guerra civíl todos ellos estaban poseidos por la firme voluntad de arriesgar su vida combatiendo contra sus hermanos de sangre de la zona roja, hermanos en cuyas venas corría su misma sangre y que habían sido victimas de la propaganda de los agentes de la Unión Soviética. Personas que habían sido en muchas ocasiones reclutadas de forma forzosa para combatir a los nacionales, a los que ellos denominan rebeldes.
Las condiciones para la instrucción de la nueva compañía acorazada española eran favorables.
Como el jefe así la tropa. El jefe de la nueva compañía española era el ya anteriormente en activo capitán Gonzalo de la Lastra. Un típico y desde el primer momento muy simpático español. Había contraido matrimonio en Pamplona, padre de dos hijos y un fanático falangista. En su ciudad natal y alrededores había reclutado a impecables falangistas y hombres de similar ideología que consideraba aptos como voluntarios para el arma acorazada. El mismo había servido antes de la guerra civíl como oficial en el antiguo regimiento acorazado de Zaragoza. Este regimiento estaba todavía equipado con carros de combate franceses Renault, vehículos que en el transcurso de posteriores combates logramos capturar intactos en un gran número.
Con gran entusiasmo y siguiendo la tradición española me presentó a sus hombres y solicitó, por desgracia al principio todavía a través de un traductor, acelerar la instrucción pues ansiaba entrar en combate lo más pronto posible. Como conocía personalmente a casi todos sus hombres los había repartido en grupos de conductores, artilleros y personal asistente. Las necesarias modificaciones organizativas que proponíamos eran por él asumidas con comprensión, su en todo momento entusiasta apoyo nos sorprendió muy gratamente.
Había que darse prisa pues el mando español había planeado grandes operaciones. Los rojos habían recibido de nuevo grandes cantidades de material procedente de la Unión Soviética y otras naciones.
Una buena cosecha precisa no solo de buenas semillas, tambien de la mejor tierra. Y así iniciamos una intensiva instrucción que duraba desde la mañana hasta el anochecer, sábados y domingos incluidos. Solamente teníamos un objetivo: poder cuanto antes marchar hacia el frente y combatir. Una rápida pero profunda instrucción, incluso con los mejores instructores, precisa de un determinado tiempo. Ademas de la instrucción de los españoles para nosotros era importante mantener nuestro nivél de prácticas, pues los españoles habían sido previstos como reserva para cubrir nuestras bajas. El instruir correctamente a personas con el mismo idioma es complicado. Para la instrucción de los conductores y artilleros aquí disponiamos unicamente de un traductor. Pero funcionó. Buena voluntad y el voluntario trabajo por un ideal común han movido aquí montañas y han demostrado que en momentos de necesidad cosas que en tiempos de paz podrían ser consideras como de imposibles pueden conseguirse.
Hemos vivido una infinidad de curiosas situaciones en diferentes fases de la instrucción que hubieran podido desembocar, tanto entre nosotros como entre los españoles, en divertidas historias y buenos ratos pero que debido a la gravedad del momento se limitaron a lo básico. En otro momento profundizaré en estas cosas pues merecen ser recopiladas.
Debe indicarse que la relación entre los instructores alemanes y los españoles fué muy afectuosa y respetuosa. Todo aquello que al principio no podía transmitirse a través del lenguaje se logró a través de las manos, correspondientes gestos y todo tipo de improvisaciones.
Una cosa tiene que ser alabada de los españoles: todo tipo de acciones prácticas las entienden extremadamente rápido; tanto los conductores como los artilleros son buenos y despiertos alumnos. En relación al nivél de comprensión e ingenio, especialmente el entendimiento instintivo en cuestiones tecnicas, los españoles son al principio mucho mejores que la media de nuestros reclutas. Pero aquí existen tambien luces y sombras. El español, como sureño, no dispone del mismo empeño y perseverancia própios del alemán. Este hecho a la hora de tratar a los españoles ha sido de especial relevancia para nosotros. En base a sus peculiaridades descritas anteriormente, cuando el español considera que domina una matéria empieza a descuidarse. Llegado este momento los instructores han tenido que dar todo para demostrar a sus alumnos que todavía no estaban hechos. El constatar cuando se había alcanzado este momento ha sido difícil tanto para el mando como para el personal instructor, especialmente al principio cuando la comunicación era extremadamente difícil.
La buena colaboración y el vínculo entre alemanes y españoles no solo se ha desarrollado en servício, tambien se han reforzado y profundizado durante las pocas horas disponibles fuera de servício.
Independientemente si oficial, suboficial ó soldado aquí nos unía una camaradería imposible de mejorar entre personas de diferente sangre y distinto idioma. Los españoles nos han demostrado en todo momento su bondadosa y gran hospitalidad así como su gran generosidad. No exagero y además es importante indicar que los españoles nos respetan mucho. No han desperdiciado ninguna ocasión para comunicarnos su agradecimiento por nuestra ayuda en su cruzada contra el bolchevismo. Muchos de ellos nos han comunicado que una vez se haya logrado la victoria en esta cruel guerra civíl no dudarían en expresarnos su agradecimiento en la práctica.
Pocos días más tarde conoceríamos al carrista español en combate.
El 30.12. el Oberst von Thoma, comandante de la unidad acorazada local, junto al General Orgaz, en esos momentos jefe del sector de Madrid, nos visitaron. Esta visita se produjo exactamente 24 días tras el início de la instrucción y fué una prueba de que en tiempos de necesidad, con buenos instructores y en un tiempo mínimo, se puede completar la instrucción de carristas, al menos para el tipo de guerra que aquí se lleva a cabo.
La unidad acorazada fué estacionada el 02.01. en el sector de Majadahonda, al oeste de Madrid, para tomar parte en la nueva ofensiva que iniciaría el 03.01.1937 el general Orgaz y que daría buenos resultados.
Firmado: Bothe